Poema a Bogotá - Verde
VERDE
El día y la noche son un canto alegre en mi oído
la ciudad con sus múltiples verdes acostados al sol
hombres y mujeres de mi ciudad con búsquedas particulares
la mujer con su voz negra
mi entusiasmo abierto a los demás
el silbido del adolescente en búsqueda del amor
el canto ceremonioso y contundente de fuertes voces me hace temblar de emoción
el cielo azul y este clima esplendido
ciudad abierta a todos
con sus cometas de múltiples colores.
Me deslizo por caminos abiertos donde sombras palpitantes escudriñan
la luna ilumina la noche
jóvenes despiertos se mecen en el baile
la música telón de fondo apaga las voces estridentes
ebrios son jalados por indeseables
mujeres desprovistas de pudor se pasean por calles colmadas de gente
parejas abrazadas a su momento palpitan locamente
el amor iluminado un instante.
Todo se agita, todo se mueve y desvanece en el aire
la noche prestada para abandonos sublimes
por paredes de la noche suben hombres musculosos
la noche se ilumina con destellos de fuegos artificiales
desde diversos lugares voces contundentes nos llaman, nos cantan
toda la diversidad y las lenguas del mundo
todo es leve y sin peso
mi ciudad anhelada desprovista de miedo.
Eugenia Sánchez Nieto
José Luis Díaz-Granados
Nota de presentación escrita por José Luis Días-Granados, de mi libro “Visibles Ademanes” (No. 93- Colección un libro por centavos- Universidad Externado de Colombia) leída el 29 de Agosto de 2013 en la biblioteca del Gimnasio Moderno.
YUYÍN EN EL CORAZÓN
A las cuatro de la mañana / sobresaltada despiertas con un brazo inmóvil / tu corazón cansado está agitado / quiere abrirse como una rosa / la ventana ahí / para respirar para encontrarse con el alba / pero estás asustada / tu corazón marcha al ritmo de una extraña melodía / sigilosos los visitantes rodean tu lecho / presencias, voces, risas, / el tiempo toca a tu puerta. (El tiempo toca a tu puerta – Eugenia Sánchez Nieto).
Desde su primer libro, Que venga el tiempo que nos prenda, publicado en 1985, Yuyín nos ha acostumbrado a ese tono narrativo tan personal, tan suyo, ese tono tan particular donde cada palabra está colocada en su sitio justo, que luego van a formar versos que revelan y escrutan, que persiguen recuerdos y agazapan reflexiones. Tono enumerativo sin ser jamás monocorde en donde reinventa el mismo beso inaugural de la primera pareja humana, pero construido a su manera, a su modo, en la puerta donde el amor tiene su lugar.
Eugenia Sánchez Nieto, a quien conocemos familiarmente como Yuyín, ha venido ascendiendo por peldaños invisibles hacia una poesía que deja traslucir los sótanos profundos de su alma y de su diario vivir. Precisamente en el año de publicación de su primer libro había tenido la gratificación de leer poemas suyos durante un certamen en el cual yo era jurado. Me habían fascinado sus rigurosas transgresiones y sus sencillas pero lapidarias maneras de indagar a las sombras. Recuerdo haber discrepado agriamente esgrimiendo argumentos contundentes con mis compañeros de jurado, quienes -dos contra uno- terminaron derrotándome en la aspiración de otorgar al libro de Yuyín el primer premio.
Desde entonces afloró en mí, como es natural cuando algo causa en un lector una pequeña o gran conmoción espiritual o estética, una admiración parecida a la intriga con esta joven poeta bogotana que se debatía entre la cacería de susurros estremecedores y la recreación de las pasiones en el escenario teatral.
Vinieron nuevos libros, las expectativas cesaron cuando la autora promisoria se había convertido en una poeta cabal, exacta y verdadera. En 1990 apareció Con la venia de los heliotropos. Tres años más tarde, Las puertas de lo invisible y en 2004, luego de un silencio editorial de diez años, publicó con el título de Visibles ademanes, una selección de poemas en la colección "Viernes de Poesía" de la Universidad Nacional de Colombia. Caza de Libros de Ibagué le editó su poemario Dominios cruzados y en este año de gracia, la colección "Un libro por centavos" de la Universidad Externado de Colombia, bajo la dirección del poeta Miguel Méndez Camacho y la coordinación editorial de Clara Mercedes Arango, su antología titulada Visibles ademanes.
En esta selección, de la cual escucharemos en la voz de su autora algunos poemas, aflora la fuerza verbal de una poesía sencilla, esplendente y rotunda, donde el asombro de vivir es el testimonio permanente y traslúcido de su afortunada travesía por el piélago infinito e insondable de las palabras.
JOSÉ LUIS DÍAZ-GRANADOS
Bogotá, 29 de agosto de 2013.
Evelio Rosero - La Mujer Con Su Voz Negra
Nota de presentación escrita por Evelio Rosero, sobre mi último libro "Visibles Ademanes" publicado en la colección "Un libro por Centavos" de la Decanatura Cultural Universidad Externado de Colombia, dirigida por el poeta Miguel Méndez Camacho.
“LA MUJER CON SU VOZ NEGRA”
He decidido titular este breve comentario con uno de los versos que aparecen en el libro Visibles Ademanes, de Eugenia Sánchez Nieto, Yuyín –para sus amigos-, un verso contenido justamente en el primero de los poemas, titulado Verde: La mujer con su voz negra. Así como después de la lectura de una obra en prosa, sea cuento o novela, es común recordar un pasaje, un capítulo, con más intensidad que otros, es natural que ocurra lo mismo con la poesía, y que la aparición de un verso determinado, o dos, o tres, nos estremezcan con más prontitud, nos convoquen de un especial modo. Ahora recojo, por ejemplo, al azar, de manera aislada o indistinta, estos versos o preguntas contenidos en la obra que presento y que no dejaron de merodear en mi recuerdo, una vez terminada su lectura:
“¿En qué momento la vida dejó de ser tuya?
“¿Quién soy yo en la penumbra?
“¿Cuál es la palabra cierta?
“¿Dónde está el silencio que nombra la mejor palabra?
“Escucho una voz/Alguien me llama, ¿es mi propia voz/o una voz perdida que busca la alegría del encuentro?”
Es como si allí radique, para nosotros, el escalofrío esencial de esta poesía, que, aunado a la generalidad del poema, de su historia, de su argumento, porque también cada poema lleva aquí, implícita, su historia, su argumento –y no importa si más difuso o abstruso, pero siempre latente-, nos convierte en cómplices o habitantes de cada poema, de la sutil desolación que ellos convocan. Se trata de un mundo íntimo –pero que nos corresponde a todos-, pletórico de imágenes e ideas sutilmente hilvanadas.
En Visibles Ademanes, luego de su viaje de ideas y sensaciones alrededor de una misma ciudad, nos queda el sedimento de una poesía habitada de espejos, pero con la gran ruptura: que cada espejo es único en cada poema, que son espejos distintos, indagaciones desde distintos tópicos –mediante el mismo objeto abismal, el espejo, alrededor de una realidad sombría. La creadora nos habla de los “seres que miran desde un espejo”, pero también ella, por supuesto, está detrás, ella, en la penumbra, a veces, y a veces muy patente, inesperada, igual que alguien empezándose a asomar entre nubes oscuras -las mismas que pueden habitar en un espejo-, que de pronto se nos muestra por completo, diáfano, precisamente como en otro espejo, nítido, sin nubes y sin noche, a la luz de los ojos.
Es esta alternancia, la imagen –en frecuentes ocasiones casi enumerada-, en contrapunto con la historia contada de los poemas, con su anécdota, lo que más me atrajo de la obra que hoy nos reúne. Porque, ¿qué guardamos al final de la lectura de un poema, de un libro de poemas? ¿Qué nos pertenece? ¿Qué nos modifica, para bien o para mal? ¿Qué nos hace sentir vivos o más vivos a través de la poesía, aunque para sentirnos vivos tengamos que pensar en la muerte que ella nos entrega, y ofuscarnos con la violencia y su desolación? Son muchas las maneras de abordar la poesía, o de dejarnos abordar por ella, a veces sin que lo notemos, a veces muy a nuestro pesar. Leyendo los poemas reunidos, esta selección personal que la autora realiza como la conclusión de años de indagación íntima, me he puesto a recordar al poeta alemán Heinrich Von Kleist, (1777-1811), poeta, dramaturgo y novelista, justamente en su Carta de un poeta a otro, dice “También cuando lees otras obras poéticas muy distintas de las mías me doy cuenta de que (por decirlo con un refrán) estás en la aldea y no ves las casas”...
En Visibles Ademanes estamos en la aldea, pero vemos ineludiblemente las casas, y no solamente nos asomamos: entramos en ellas. Aunque en este caso la aldea es una ciudad, la ciudad que tocó en suerte a su autora y nos tocó en suerte a nosotros, desde que nacimos, con todo su caos y su amor, sus ladrones y asesinos, su silencio y su grito, aire y ladrillo, e incluso la avidez –el ansia desmesurada por otra ciudad: “Una ciudad anhelada, desprovista de miedo”. Pero si esperamos un hallazgo de artilugios verbales, de vanas altisonancias y fórmulas que nos encandilen, sería mejor que cerráramos el libro y nos fuéramos al cine –al cine de la común poesía colombiana, que da la cáscara al sediento, más nunca su fruto.
Hay, en Visibles Ademanes una suerte de conversación íntima, frugal pero descarnada, entre autor y lector, pero una charla de pronto brutal e inesperada, la que puede ocurrir entre dos desconocidos a los que une la casualidad de una misma esquina, un bar, un bus, su experiencia transitoria, su advertencia. Así ocurre, por ejemplo, en el poema titulado:
Puede suceder
Cuidado no te alejes demasiado
En el sueño cualquier cosa puede suceder
Verás tu cuerpo suspendido con una expresión
de terror en los ojos
Una sordomuda en una pista de baile expresando
Su gracia y soltura de movimientos
Ninfas que acechan y te llaman produciendo extraños sonidos
Una mujer de rostro apacible que te amamanta
Un ángel lascivo en abstinencia dedicado a ritos dolorosos
Un sobreviviente de ojos hermosos guiando
un trasatlántico en alta mar
Un general frente a un espejo masturbando su miedo
Niños implacables cobrando
Por fin al mundo su indecencia.
Cuidado no te alejes demasiado
Cualquier cosa puede suceder.
Acaso, en el trasfondo, las cosas que pueden suceder en el sueño, no solo suceden en el sueño sino en la realidad, nuestra realidad, a partir de la vivencia del poema, o en la misma entera realidad, porque allí suceden, o van a suceder, o acaban de suceder, las cosas de los sueños. Es el milagro de la poesía, para bien o para mal:
“No sé
si es imaginación o realidad
ese cuerpo ensangrentado sobre la hierba,
y el verde pasto sigue tan verde como siempre”.
Encontramos en Visibles Ademanes la monstruosa realidad retransformada, aunque la esperacen los abrazos del amante, la danza a solas, “el sueño y sus mil puertas abiertas”, o “el viento, ese loco enamorado que me desnudará”, o “nuestra enamorada más fiel, la poesía”. Una realidad atroz, sutilmente entretejida alrededor de cada poema. “¿A dónde van las palabras? se pregunta en algún recodo del libro, y se responde: Al estremecimiento que provoca la muerte”. Las cosas, los sucesos, todo lo que de una u otra forma avisa de la condición humana en un país arrasado, se mencionan aquí por su nombre, como tiene que ser, porque no se puede eludir: “El odio, el fanatismo, las furias se abrazan a jóvenes cuerpos, la ceremonia de la guerra, el olor a plomo redime a los bárbaros”… pues: “sigue detenido el tiempo del miedo y del odio”. Es la aldea o la ciudad, es el país, si se quiere, resumido “en calles infinitas que recorren los barrios de La Macarena, La Soledad, Teusaquillo… donde “el viento murmura una canción al oído de los tristes”. Después de este viaje por las palabras se tiene la certeza de haber salido de casa, a medianoche, a padecer el desasosiego y la incertidumbre en las mil y una posibilidades de las esquinas bogotanas.
Siempre, en cada poema, asoma esta certeza, y a causa de esta certeza, algo tan bello como temible se conforma, al final, un grande y único espejo, nuestro país, en donde todos damos constancia de nuestros rostros, nuestra palabra, o nuestra indiferencia. Aquí está la palabra que asume dicha realidad, la devuelve, la hace crecer dentro de quien lee como una gran inconformidad, pero siempre a través de esa dulce reflexión de la poesía, más un susurro que un grito, pero por eso mismo más desgarrador. Así es posible afirmar que Visibles Ademanes ha nacido del estremecimiento, y que su autora, la poeta Eugenia Sánchez Nieto, al crear poesía, sencillamente ha empuñado su corazón, asiendo sus pensamientos, y, con ambas manos, sin más aliño, como deseaba el poeta Kleist, los acaba de depositar en nuestras manos.
EVELIO ROSERO
Bogotá, Agosto 14 2013
Eugenia Sánchez Nieto - Visibles Ademanes
Poemas del libro "Visibles Ademanes", Colección un libro por Centavos, Universidad Externado de Colombia 2013.
Este libro consta de 64 poemas, 29 inéditos.
SEÑORA DEL MANTO NEGRO
¿Quién es aquel que ausculta la verdad?
vamos donde el viento susurra al oído
donde el amor es la ceguera y el olor el encuentro
todos amamos un ilusionista
en las noches busco un lugar donde descargar el pensamiento
en la tiniebla lo persigo.
¿A dónde van las palabras?
al estremecimiento que provoca la muerte
al lugar de la simpleza donde un niño escribe sin reír
atúrdelos, ellos dejaran escaparte.
¿Por qué te abriste la camisa?
por el aire, por el rumor del mar
el océano repetido de muertos
por el viento incansable, que trae remotos secretos
¿acaso no valía la pena
la dificultad de superar lo repetido?
¿Para qué todo este tiempo?
para mirarnos, para atravesar la cuerda más floja
para descubrir la dificultad los mil rostros sonrientes
¿Quién te nombro señora del manto negro, señora del juicio?
sorpréndelos, ellos dejaran escaparte.
LITURGIA
I-
El hombre colgado con los brazos en cruz
suplicios, desalojos, desprecio por el cuerpo del otro
no hay ni conmoción ni horror
la cultura de la desvergüenza
los prisioneros muestran sus cuerpos derrotados, apaleados
sangre en la pared, en el piso, en las manos
un gran manchón en la fiesta de los encapuchados
muertos con el horror en sus miradas
el abuso como forma de vida, de placer
rostros feroces y sonrientes
imágenes del horror y la risa como aleteo, aleteo bárbaro.
II-
Miradas entrecruzadas, cargadas de perplejidad
el agua nos invade, nos ahoga, nos arroja
el miedo sube una escalera sin fin
el hombre contra la tierra y contra el mar
el saqueo, la tierra no aguanta más.
EXPOSICIÓN PERMANENTE
Templar la piel hasta reventar
golpear, pisotear, horadar hasta el extremo
moretón, hinchazón, herida que sangra
gritos, bostezos, murmullos
el puñal barrena el cuerpo
templar la piel hasta reventar
con sus propias manos, manos que acarician
que golpean como tambor en la noche
manos que esculpen, que fijan lentamente la cicatriz.
Siglos de horror, de trampas, de indiferencia
nadie se opone, todo se vuelve natural
caída lenta desde la montaña
hasta el azul infinito y la profundidad del océano
con sus bestias maravillosas.
Pieles expuestas, encontradas
exposición abierta a la mirada
bocas abiertas
templar la piel, colgarla de extremo a extremo
ponerle color, exposición de cuerpos abandonados, ruinosos.
Eugenia Sánchez Nieto - Ventura del deseo
ABISMOS
Se amaron en silencio
otros cuerpos soñaban a su lado
casi sin aire se barrenan, se auscultan
desean perdurar en el lugar del combate
amanecer cada uno con el corazón del otro.
EL OLOR DEL OCEANO
Hay un hilo que entrelaza a los paseantes
el calor preparara sus dragones
negros ondulan a mediodía
el ritmo en sus perfectos muslos
las prendas vuelan, liberan los hermosos cuerpos
el calor prepara sus dragones
hembras beben jarras de agua
gruesos labios muerden mangos maduros
siento el olor del océano
mi piel se dispone al fastuoso encuentro
hombres fuertes bajo el sol deslizan su húmeda lengua
el calor prepara sus dragones
arena, arena caliente, el trópico en su esplendor
pieles aceitadas en manos del océano
perpleja me sumerjo en el abismo.
EL AIRE DEL ALBA
Acompañada por los ausentes bebía hasta el alba
memorando historias de la dulce y seductora Irene
quien con su mirada propiciaba los más funestos encuentros
la envidia de Luciana al ver su hombre en brazos del delirio
los celos de Bernardo queriendo atrapar la desnudez
Genaro al piano suscitando lo inefable.
Acompañada por los ausentes viajaba por avenidas oscuras
en busca de un lugar donde calmar la sed
un hombre de rostro misterioso sonreía cerca al farol
nada sucedía…el temor había huido
un calor en el cuerpo y el aliento de los ausentes
me empujaban a la noche.
CURVAS SIN SONRISAS
Ataviada del letargo de la noche
pasea mi memoria por momentos estrujantes
camina aquel, su hermoso cuerpo provoca gozar la desnudez
ellos no acaban de llegar excitados suben escaleras
las puertas se cierran y abren a la vez
un laberinto de cuerpos, nadie sabe a quién ni cuánto amo
el placer de la piel rinde homenaje al tiempo.
Parejas bajo la luna penetran en lúgubres lugares
travestis muestran su desnudez
llamados, llamados de la noche
la oscuridad se viste extrañamente
en aposentos suntuosos la piel desborda el ardor
¿Quién deleita a quién? Las puertas se cierran y abren a la vez.
Carta-comentario de Rafael Humberto Moreno Durán
Carta - comentario escrito en 1986, por el escritor Rafael Humberto Moreno Durán, sobre el libro Que Venga el Tiempo que Nos Prenda, de Eugenia Sánchez Nieto ( Editorial Ulrika, Bogotá 1985 ).
Publicado virtualmente, el 8 de marzo de 2013 por Gabriel Ruiz, NTC, Cali (Valle)
Nelsón Romero - El oficio de lidiar con fantasmas
Dominios cruzados de Eugenia Sánchez Nieto
La poesía de Eugenia Sánchez Nieto ha sido para mí un referente personal en el ámbito de las primeras lecturas que me acercaron a la poesía colombiana contemporánea desde sus iniciales libros Que venga el tiempo que nos prenda (1985) y Con la venia de los heliotropos (1990). Su palabra poética para ese entonces me ayudó a abrir las puertas al asombro y me permitió el ingreso al extravío, que es el oficio de lidiar con fantasmas. Ese ha sido el destino de la poesía de Sánchez Nieto: lidiar con fantasmas. Así leo su antología personal Dominios cruzados (Caza de Libros: 2010), en el llamado que me hacen sus poemas desde el espacio de los extrañamientos, de los laberintos interiores y de las imágenes sugerentes, a veces con un lenguaje sin miedo para nombrar el miedo: “Este es un tiempo extraño/ donde el crimen es un lobo de templos”.
La pandemia de la poesía colombiana de las últimas tendencias parece huérfana de realidad, la mayoría de los poetas escriben de espaldas a ella dejando su oscuridad intacta, donde reposa el vertedero poético de los dominios cruzados con sus miedos y sus penumbras, sus violencias y sus enigmas, lo cual raras veces encuentra voces capaces de expresar con dignidad poética esas pulsiones del mundo. Eugenia Sánchez, a partir de los títulos de algunos de sus poemas (“Realidades oscuras”, “Lugares perdidos”, “Sombras”, “Habitación invisible”, “adversos dominios”, “Zonas oscuras”, etc.), le teje sentidos a la realidad, trasfondos donde halla forma el libro; lugares concretos, visibles e invisibles, son transformados por la abstracción poética a través de un lenguaje donde concurren imágenes del despedazamiento, en procura de darle mundo propio al poema: la realidad y su carga de imaginación como un drama de la conciencia, los cuartos como un espectáculo violento de encerramiento del mundo de sus moradores; el rostro, el espejo y el tiempo como sublimación de la máscara.
Entre el yo y la realidad hay una fragmentación de la historia personal y colectiva que el lenguaje testimonia desde la imagen laberíntica, suspendida en el ritmo, que toma de los múltiples pedazos del espacio del drama la forma de la expresión. En esto radica su manera personal de decir: “El pensamiento no funciona (…) lugar vacío, lugar perdido, resbala la mentira/ los cerros se trasladan/ fosas comunes bordeadas de múltiples cuerpos/ la paz sobre la muerte”. La forma en que Sánchez Nieto le construye su propio lugar de abolición al poema, me atrae; ese juego de espejos interiores entre la palabra y lo que nombra, hace de la imagen bíblica de David un desconocido de sí mismo: “Al mirarme al espejo no estaba allí (…)/ permanecí largo tiempo procurando recuperar mi imagen (…)/ en varios espejos a la vez me buscaba”.
El libro Dominios cruzados tiene como eje tres motivos centrales: la realidad y el hombre como juego de máscaras (“Lo que oculta el espejo”), la cotidianidad del habitante urbano frente a la negación de la belleza a través de una expresión dura (“Belleza partida”) y el diálogo íntimo de los seres que nombran el amor desde “su piel más oscura” (“Ventura del deseo”). El drama como movimiento de la imagen por reconstruirse en los espacios violentos designa una realidad vista desde lo onírico, pero un onirismo más cercano a la pesadilla como vía para expresar la realidad, el tiempo y el espacio interior del habitante y también el espacio urbano en sus zonas más oscuras. La función del poema es fundarnos lo invisible, sólo visible en la lectura: “Desde la ventana/ observo una mujer en todo igual a mí/ con un candelabro en la mano/ espía perpleja desde la calle”. Puede ser la misma mujer que en el poema “Lento” la lleva “por corredores maravillosos/paisajes secretos, personajes asombros, voces misteriosas/ infinidad de imágenes y colores”, es decir, máscaras de máscaras.
La poesía de Eugenia Sánchez Nieto confirma su acierto y nos señala el extravío desde donde se reinventa a través de sus libros y de un oficio secreto, sin báculos ajenos a no ser la confianza en su propio oficio, sincero y callado.
Nelsón Romero Guzmán nació en Ataco, Tolima, Colombia, en 1962. Es licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad Santo Tomas Ha publicado los libros de poesía: Días sonámbulos (1988); Rumbos (1995); Surgidos de la luz (2000); y Voy a nombrar las cosas (2000). Ha obtenido, entre otros, el Primer Premio Concurso Nacional de Poesía Fernando Mejía Mejía, Manizales (1993); el XIV Premio Nacional de Poesía Universidad de Antioquia (1999). Premio Nacional de Literatura Ciudad de Bogotá, en 2007, con el libro OBRAS DE MAMPOSTERÍA. Actualmente codirige el taller de poesía de la biblioteca Darío Echandía del Banco de la República en Ibagué.